martes, 27 de diciembre de 2011

La navidad, con azúcar, por favor

Si tuviera que poner un adjetivo a estas fechas navideñas elegiría, sin duda, el de edulcorado. En estos días todo parece tener una ración doble de azúcar. Y no me refiero sólo a todos los productos típicos que llenan nuestras mesas. El azúcar pareciera también rociar nuestra alma durante estos días, dejándonos un montón de sentimientos de afecto y buenos deseos para con los demás.

En estos días se amontonan reuniones, comidas, actos benéficos, felicitaciones etc. como si se hubiese abierto la veda a nuestro corazón y como si intuyésemos que una vez pasadas estas fechas desparecerá de nosotros ese interés por querer un poco más a los demás.

En mi caso, reconozco que en estas fechas suben hasta mi epidermis un montón de sentimientos y deseos que me empujan a vivir de una manera más fraterna y me ayudan a conectarme con mis semejantes. Sé que durarán lo que duren estas fechas, en el mejor de los casos. Pero también sé que estos sentimientos fugaces, edulcorados, me ayudan a discernir el trigo de la paja, a colocar en el centro de mi vida lo verdaderamente importante. Me ayudan, mejor que cualquier análisis sesudo, a descubrir el modo más derecho de ser feliz. Estos sentimientos me revelan lo que yo ya sé: que vivir merece la pena si se hace para los demás.

Por supuesto, luego necesitaré durante el año una dosis extra de perseverancia, firmeza, para mantenerme fiel a este propósito. Pero todo sería en balde sin esos sentimientos que me descubren el sentido verdadero de mi vida.